Sentado con los píes sobre su escritorio y con la manija de llaves girando entre sus dedos, San Pedro, antes de abrir las puertas de los cielos, jugaba con los recién llegados y hacía que lo alabaran como Dios y le confesarán todos sus pecados.
Fin.
Si te gustó este Microcuento, compártelo en tus redes sociales y suscríbete a mi Lista de Correos para recibir nuevos Microcuentos directamente en tu correo electrónico.