- Ustedes los hombres tienen tanta suerte, para nosotras la vida es tan injusta.
- ¿Por qué dices eso, querida?
- ¡Porque hoy estás tan guapo! Te ves aún más interesante y atractivo que cuando éramos jóvenes, -le explicó-. Ustedes son como el vino, con el pasar de los años se ponen mejor. En cambio nosotras... -se calló, soltando un suspiro.
- ¿Qué pasa con ustedes? -le preguntó el hombre, poniéndola frente al espejo.
- Nosotras somos como las uvas, con el pasar de tiempo, nos arrugamos y nos volvemos unas horribles pasas -respondió la mujer, mirando su reflejo y estirando las arrugas de su cara con sus dedos.
El hombre se quedó viéndola un rato, con una gran sonrisa y una peculiar brillo en sus ojos. Luego, empezó a tantear los bolsillos de su traje con las manos..
- Afortunadamente, querida, -le dijo, finalmente, sacando una cajita de pasas del bolsillo interior de su traje-. A mí me encantan las pasas- añadió, llevándose una pasa a la boca y luego se dedicó a darle un beso en cada una de sus arrugas.
Fin.
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