- ¿La tienes? -preguntó una áspera voz masculina.
- Sí, señor, me costó mucho conseguirla, pero aquí está -respondió la otra voz masculina y le pasó un paquete misterioso.
- Aquí tienes la suma acordada -dijo la áspera voz, pasándole lo que parecía un fajo de billetes.
- Un placer hacer negocios con usted señor -dijo el otro, y en cuestión de segundos desapareció.
El hombre de la áspera voz no se movió y, en cambio, abrió el paquete que sostenía, sacando de adentro de él la silueta de una mano.
- ¡Qué idiota! -bramó, con una gran carcajada-. ¡Venderme la mano del gorila por tan insignificante suma de dinero! -se regocijó la voz-. ¿Ahora, qué voy a desear...?
Pero el misterioso hombre que miraba esta escena se aburrió y con una sonrisa en los labios se alejó.
- ¿Todo bien, Amo? -le preguntó el gato negro que andaba a su lado.
- Estoy aburrido, la humanidad es tan arrogante que me aburre -respondió el hombre, mientras pasaba por un haz de luz que reveló sus peculiares ojos heterocromáticos, el izquierdo dorado y el derecho azul.
- ¿Por qué lo dice, amo? ¿No quería engañar a un humano con esa mano de gorila?
- Sí, pero, ¿no escuchaste al hombre llamar idiota al otro?
- Sí -respondió el gato-. ¿Y eso que tiene?
- El ladrón que le consiguió la mano de gorila todavía puede salvarse, pero él, en cambio, será mío para siempre tan pronto haga su primer deseo. ¿Quien crees ahora que sea el idiota?
Pero el gato no respondió, solo se limitó a maullar.
Fin.
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