Diez años más tarde, al momento de escoger su carrera, interesado en la política, se fue a estudiar las leyes, siendo uno de los pocos jóvenes que todavía soñaban con convertirse en el Presidente de América.
A los 27 años, en su boda, además de prometerle a su esposa amarla por toda la vida, juró, en sus votos, que la convertiría en Primera Dama.
Cinco años después, cuando el banco le aprobó su primer crédito hipotecario y se compró un pequeño apartamento en el corazón de la ciudad, se dijo que solo sería temporal, porque pronto viviría en la Casa Blanca.
Cuando tuvo a su primer hijo, lo llamó igual que él, porque siempre había soñado con tener un hijo con el nombre de un Presidente.
A los cuarenta años, en la reunión de encuentro de su antigua escuela, al ser el único que todavía perseguía su gran sueño, sus viejos amigos lo llamaron loco cuando les contó que todavía soñaba con ser Presidente.
A los cincuenta años, a pesar de su edad, por fin, emprendió su camino en la política.
Diez años más tarde, mientras que todos sus amigos empezaban a retirarse, él trabaja con más fuerzas y ganas que cuando era joven.
Y a los 65 años, contra todo pronóstico, ganó las elecciones y fue proclamado Presidente de América.
Fin.
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