Había una vez un grupo de niños que siempre jugaban soccer junto al borde del bosque, hasta que, un día, uno de esos niños pateó la pelota tan fuerte que ésta se salió de la cancha y se metió en el bosque; el niño, antes de que sus amigos se enojaran o empezaran a quejarse, salió corriendo detrás de ella para buscarla y se adentró al bosque.
Tras seguir el rastro de la pelota por un par de minutos y de adentrarse más en el bosque, el niño se encontró con que el balón había rodado hasta un pequeño claro un poco más allá de los árboles.
Cuando el niño llegó al claro para recoger la pelota, quedó petrificado porque justo en el medio del claro había un pequeño unicornio tan blanco como la nieve acostado en la grama; quién se percató del niño porque este lo veía absorto con su belleza.
El niño, tras notar que el unicornio se había percatado de su presencia, intento dar un paso para acercársele, pero el bello animal mitológico se puso de pie de un salto al verlo moverse; entonces, el niño haciendo señas con las manos y mirando al animal y a la pelota intercaladamente le hizo entender al unicornio que sólo estaba allí para recoger el balón.
El unicornio, al entender las señas del pequeño, se acercó a la pelota e intento golpearla con sus cascos, muy torpemente, en dirección al niño para pasársela, sin embargo, al no obtener resultados intentó golpearla con su cabeza; pero tan pronto el afilado y brillante cuerno del unicornio tocó la bola, ésta se explotó haciendo un ruidoso ¡Boom! que asustó al animal e hizo que éste saliera corriendo rápidamente y se perdiera de vista entre los árboles del bosque.
El niño, después de salir de su asombro por todo lo que había presenciado, recogió la pelota espichada y regresó a donde estaban sus amigos esperándolo, quienes, cuando lo vieron regresar con el balón desinflado, le preguntaron, consternados:"¡¿Qué le pasó a la pelota?!", a lo que el niño solo respondió: "Un puercoespín, malvado, la explotó."
Fin.
Comparte este Post: