Los demás osos, al ver lo que lo hacía el oso perezoso, lo criticaban y le rugían cosas que solo entre osos entendían; pero el oso perezoso los ignoraba y seguía esperando en la orilla por un golpe de suerte.
Al anochecer, todos los osos se iban felices y orgullosos a sus cuevas por los grandes y gordos salmones que habían cazado durante el día con mucho trabajo; y el oso perezoso, al igual que el resto de los osos, también regresaba a su cueva feliz y orgulloso por el par de salmones, pequeños y flacos, que habían saltado fuera del río y que habían saciado su hambre de manera fácil y sin mucho trabajo.
Fin.
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