La Princesa iba bajando las escaleras del castillo corriendo, muy emocionada por la llegada del Principe que sería su prometido; pero cuando lo vio entrar por las grandes puertas del Hall, se detuvo en seco, dio la vuelta, subió las escaleras con la misma o mayor velocidad con las que las había bajado y se encerró en su habitación en la torre más alta del castillo desde donde se le escuchaba decir entre gemidos:
- ¡Prefiero besar un sapo, prefiero besar un sapo!
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