Un día, mi padre, el zapatero, cansado de verme llorar por llegar siempre de último en las carreras que hacían en la escuela, me hizo un par de zapatos de carreras que tenían unas alitas a los lados con los cuales, según él, nunca perdería otra carrera; pero nunca súpe si los zapatos servían o no, porque nunca los usé, me daba pena usar unos zapatos de carrera con alitas a los lados.
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