No le tenía miedo a la muerte; pero sabía que al morir uno de sus dos más grandes miedos iba a seguirla hasta la tumba.
No le tenía miedo a la muerte: pero le tenía miedo a los insectos, y si al morir la enterraban y su carne era devorada por ellos, desde el más allá se iba a sentir asqueada.
No le tenía miedo a la muerte; pero le tenía miedo al fuego, y si al morir la cremaban, igual se sentiría aterrada.
No le tenía miedo a la muerte; pero de todas formas, quería vivir por siempre.
Fin.
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