- ¡Arrestelo! ¡Arrestenlo y cortenle ambas manos por ladrón!
- Pero, mi Reina, yo no he robado nada, yo solo soy un humilde plebeyo - se denfendió el joven ante tal acusación.
- No seas mentiroso ¡Ladrón! Que hace tan solo un segundo, que posé mis ojos en tí, he sentido que has robado mi corazón.
Fin.
Comparte este Post: