1078 - El diente de oro.

Agarrando el brillante diente de oro con sus pequeñas manitas, el hada de los dientes no podía creer lo que veía y, creyendo que era su día de suerte, lo guardó en su pequeña bolsita.

Al día siguiente, cuando despertó de su larga siestecita, el anciano mellado descubrió horrorizado que, mientras dormía,  su único diente se había convertido en una pequeña monedita.

Fin.

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