Entusiasmada, la serpiente trepó por el árbol del conocimiento y tomó el fruto más apetitoso que encontró y se lo ofreció a la mujer.
- ¡¿Así?! -se quejó Eva, tomando la fruta con asco-. ¿No lo vas a lavar, ni siquiera?
De tal forma la serpiente fue al río, lavó la fruta y regresó lo más rápido que pudo a donde estaba la primera mujer.
- ¡Ay! Pero a mí no me gustan los frutos con cáscara, ¿no podrías pelarla? -dijo, devolviéndole la fruta prohibida a la serpiente.
Tras un par de horas, pelando el fruto prohibido con los colmillos para poder complacerla, la serpiente regresó a donde Eva estaba y la tentó con el fruto.
Eva tomó la fruta entre sus manos y se la llevó a la boca, pero justo antes de morderla...
- ¡Esta fruta es muy grande! ¡Cortámela en gajos porque así no me la puedo comer! -se quejó de nuevo.
Cansada y fastidiada, la serpiente hizo lo que se le pidió, sin embargo, nuevamente...
- ¡No le quitaste las semillas... -empezó a objetar Eva, pero la serpiente, obstinada, le arrebató el fruto prohibido de las manos a la mujer con su cola y lo tiró al piso del jardín enfurecida.
- ¿Sssabesss algo, mujer? -vociferó la serpiente-. Ya me cansssé y no voy a ssseguir tu juego. No te comasss nada -sentenció, dejando a Eva atónita mientras le daba la espalda y se alejaba de ella.
Un segundo más tarde, se escuchó un estruendo en los cielos.
Fin.
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