Sin prestarles mucha atención, la paloma se puso a comer debajo de la jaula, a pesar de que escuchaba claramente todos los insultos y burlas que los guacamayos le hacían por lo fea que era.
- ¡Jajaja! ¡Mira su plumaje, es todo gris y aburrido!
- ¡Y mira su pico, es tan corto y feo! ¡Que horrible! ¡Jajaja!
- ¿Les parezco graciosa, no? -les preguntó la Paloma, cuando hubo saciado su hambre.
- ¡Sí! -respondieron los guacamayos al unísono- ¡Y Horrible!
- Sin embargo, tengo algo que ustedes nunca tendrán -sentenció la paloma.
- ¿Qué cosa? -preguntaron los guacamayos.
- Libertad.
- ¿Y para qué queremos nosotras libertad? Si al vivir dentro de esta jaula los humanos nos alimentan y nos dan todo lo que necesitamos -replicó uno de los guacamayos.
Pero antes de que la paloma pudiera explicarles la importancia de ser libre, un terrible aguacero se desató, así que la paloma desplegó sus alas y salió volando en busca de un techo y un lugar seco donde resguardarse. Mientras que los guacamayos no tuvieron más remedio que tratar de protegerse la cara con sus alas, al no tener ningún lugar donde protegerse de la fría lluvia y el fuerte viento dentro de su jaula.
De tal manera, cuando escampó, la paloma regresó a la jaula con varios de sus amigos; quienes, al ver el terrible aspecto que tenían las ya-no-tan hermosas aves, al estar empapadas y desplumadas a causa del terrible aguacero, empezaron a burlarse de ellas mientras se comían los restos de comida que había debajo de su jaula.
Fin.
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