A pesar de que corría a toda velocidad, pude ver su sombra acercarse más y más hasta que finalmente sentí su sarnosa mano llena de pústulas de pus tocar mi nuca y luego deslizarse por mi desnuda espalda hasta llegar a mi trasero.
- ¡Tocado! -me dijo sonriendo, mientras me detenía, y al hacerlo me dio unas palmaditas en mi mejilla con su asquerosa mano, informándome: - ¡Ya estás contagiado! ¡Ahora te toca a tí!
Fin.
Comparte este Post: