- Sí. Dr. Defoe ¿Cómo está?
- Bien, muchacho, ¡cuánto has crecido! Casi no te reconocía, ¿qué haces por acá?
- Vine a recoger la gran herencia que me dejaron mis padres -respondió el muchacho, blandiendo en el aire el sobre blanco que tenía en sus manos.
- ¡¿Se murieron el Sr. y la Sra. Williams?! ¡Vaya! ¡Mi sentido pésame, muchacho!
- ¡Jajaja! No, no, doctor, mis padres siguen vivos.
- ¿Y entonces? ¡No bromees con esas cosas muchacho!
- Pero no es mentira, doctor, mire -dijo el muchacho entregándole el sobre que contenían los resultados de sus exámenes-. Confirmado, diabético como mi madre e hipertenso como mi padre.
- ¡Ah! ¡Ya entiendo! -vociferó el doctor, rompiendo en carcajadas-. ¡Vaya herencia que te dejaron!
- Sí. Y yo que esperaba un Ferrari.
Fin.
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