1008 - El superpoder de la autoridad.

El día que se graduó de la academia de policía y recibió su medalla, sintió que con ella también le otorgaban el superpoder de la autoridad y, poco a poco, a medida que recorría las calles con su uniforme y su medalla, fue confirmando su superpoder, cada vez que los ciudadanos lo respetaban y se detenían cuando les alzaba la mano estirada o les decía: "Alto".

Un día, cuando los mafiosos más peligrosos de la ciudad robaron el banco, el joven policía, quien estaba cerca del lugar de los hechos y presenció cómo los maleantes escapaban en un coche  rojo, confiado de su superpoder, se paró en medio de la carretera, alzó la mano estirada y gritó: "¡Alto!" para que los ladrones detuvieran su auto y fueran apresados por la autoridad.

Sin embargo, los malhechores no consideraron ni por un segundo detenerse y, en cambio, pisaron más fuerte el acelerador del vehículo, arrollando a toda velocidad al joven policía.

Y fue en ese momento, segundos antes de su muerte que, tirado en el caliente pavimento y bañado en su propia sangre, descubrió que la autoridad no brinda ningún superpoder.

Fin.

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