Entre suspiros, el chico de bilis negra, pasaba los días sentado al lado de su ventana, mirando, sin mirar, los coches y personas pasar. Nunca decía una palabra, y si alguien le preguntaba qué le pasaba, él sólo se limitaba a soltar un suspiro y negar con la cabeza o con un ademán de la mano.
Muchos han dicho que lo han visto sonreír en días grises y lluviosos; pero eso es algo muy díficil de creer, porque con tan solo verlo allí sentado, hace que hasta las bilis más amarillas y radiantes se tornen grisaseas y oscuras.
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