- Si.
- Bueno, me da su nombre para emitirle la factura, por favor.
- John Rockefeller.
- Ah, ¿cómo el queso? - bromeó la cajera con una sonrisa en los labios.
- No - respondió John con un tono hastiado - el queso es roquefort, yo soy Rockefeller, y usted, señorita, está despedida.
- ¿Cómo dice? - se extrañó la cajera.
- ¡Qué está despedida!
Y con tan solo hacerle una señal a su asistente, éste ordeno todo el papeleo y en menos de cinco minutos, John había comprado el local y despedido a la pobre cajera.
Fin.
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