A lo que pasaron junto a la granja, el Conejo notó que las zanahorias que estaban plantadas en la granja estaban listas para ser comidas y le dijo a la tortuga:
- Oye, toruga, ¿qué dices si nos saltamos la valla de la granja y tomamos un par de esas zanahorias para reponer las fuerzas que perdimos en la carrera?
- ¡¿Estás loco, conejo?! - le respondió la tortuga exaltada - ¡eso es robar!
- Si, pero solo serán un par de zanahorias, el dueño de la granja nunca lo notará, así que, ¿qué dices? ¿Lo hacemos?
- ¡No! - respondió instántaneamente la tortuga - Yo no lo haré, ve tú, conejo, si quieres; pero no me metas en tus fechorías.
- Está bien - dijo el conejo - pero no te traeré una zanahoría, y luego no me vayas a estar pidiendo ni un mordisquito de la mía.
Y así la tortuga vió como el conejo se acercó a la valla, tomó impulso y dando un gran salto con sus dos patas traseras voló por encima de la valla; aterrizó al otro lado dentro de la granja y con mucho sigilo se acercó a donde estaban las zanahorias; pero cuando tomó una zanahoria por las hojas que sobresalían en la superficie para jalarla fuera de la tierra, ¡PUM! la cabeza del conejo voló el mil pedazos.
- ¡TE ATRAPÉ CON LAS MANOS EN LA MASA, CONEJO LADRÓN! - Escuchó la tortuga gritar al humano que se acercaba corriendo al cuerpo del conejo que yacía inerte sobre la tierra; y al ver esto la tortuga se fue lo más rápido que pudo a su casa y ahora le cuenta la historía del conejo ladrón a todos los animales del bosque para que aprendan que robar es malo y que no deberían hacerlo.
Fin.
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