Cuando regresó del velorio de su abuelo, el chico que le gustaba (quien nunca le hablaba) la abrazó fuertemente y le susurró al oído: "Mi sentido pésame."
Sin embargo, a parte de ese momento especial, todo continuó con regularidad y no volvieron a cruzar palabras, cómo era habitual; pero ella, quien se había sentido realmente viva durante el pequeño momento que duró el abrazo, empezó a delirar por volver a sentir los brazos de su amado alrededor de su cuerpo, y en un haz de locura, empezó a matar, mensualmente, a todos y cada uno de los miembros de su familia, para que su chico la abrazara fuertemente y le susurrara esas tristes palabras que para ella valían más que la vida misma.
Desde entonces, delirando por sentir nuevamente los brazos de su amado alrededor de su frágil cuerpo; empezó a matar, mensualmente, a todos y cada uno de los miembros de su familia para que se repitiera, una y otra vez, ese triste momento de condolencia que para ella valía más que la vida misma.
Fin.
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