Un mañana, después de una noche terriblemente fría, cuando la mamá y la hija pasaron por debajo del puente, una se quedó horrorizada, mientras que la otra se quedó encantada al ver cuatro majestuosas y realistas estatuas de hielo con forma de humanos en diferentes poses.
- ¡Wow! ¡Qué bellas, mamá! ¿Qué son? -chilló la niña.
- ¡No las toques! -gritó la mamá, al ver que su hija se acercaba a una de ellas para detallarlas mejor-. ¡No las toques! ¡Ven, dame la mano! No te acerques mucho.
- ¡Ay, mamá! ¡Me haces daño! ¡Suéltame! Quiero ver mejor esas figuras, ¿Qué son?
- No son nada. Nada -sentenció la mamá-. Solo son unas estatuas de hielo; parte de una nueva obra de arte en la ciudad.
- ¡Aaah! ¿Y... Mamá? ¿Sabes qué se hicieron las personas sin hogar que solían vivir aquí?
- Los desalojaron -respondió, sagazmente, su madre-. Los desalojaron para poner esta nueva, majestuosa y realista obra de arte.
- Ah, qué bueno, yo pensé... -dijo la niña, perspicazmente.
- ¿Qué pensaste, querida? -preguntó la mamá, aterrada.
- No, nada. Nada -chilló la niña, negando con su cabeza-. Olvídalo, es una locura. Mejor nos apuramos, mamá, porque si no, llegaré tarde a la escuela.
Fin.