El micro-escritor al no poder resistir el dolor y el sangramiento de sus manos, dejó de escribir por un par de semanas y buscó a la bruja para que le levantara la maldición; pero ésta, enfurecida todavía, le dijo que solo le levantaría la maldición si él editaba su microcuento y la describía como un ser bello y celestial.
El micro-escritor, ofendido, rechazó la propuesta de la bruja, regresó a su casa, y soportando el dolor y el sangramiento de sus manos, siguió y siguió escribiendo 365 y más microcuentos.
Fin.