Justo antes de que el zombie se comiera el último cerebro que quedaba sobre la faz de la tierra, vio a lo lejos a la mujer, zombie, también, que había amado cuando era humano y, acercándose a ella, la invitó a compartirlo con él; tal como lo había hecho la niche que la conoció cuando estaban en vida con el último pedazo de pastel de chocolate que quedaba en aquel restaurante lujoso.