Cuando Eva llegó a casa del gimnasio, encontró sobre la mesa una dona glaseada y una hermosa manzana roja y, justo antes de escoger cual de las dos sería su merienda después de su entrenamiento, una serpiente salió guindando del techo y le siseó al oído:
- Vamosss, agarrala, tú sssabesss que la quieresss, mira lo delissciosssa que ssse ve.
Y Eva, pensando que estaba siendo más fuerte que la tentación y que se estaba manteniéndo fiel a su dieta, agarró la manzana y la mordió.