Cuando llegó a casa, él mismo parecía un fanstama por lo pálido y frio que había llegado trás haberse encontrado, por el camino largo, a los cientos de fantasmas quienes, aburridos de estar siempre en el cementerio, salian a dar a una vuelta por el camino y dejaban el cementerio solo para que la gente que tomara el atajo por allí no se asustara.
Fin.