- ¿Qué pasó querida? - Preguntó el Papá de Peter.
- ¡Mirá, un ratón calló en la ratonera! - respondió la Mamá de Peter.
- ¡Mátalo papá! ¡Mátalo! - Gritó la Hermana de Peter, asustada y asqueada por la pequeña criaturita.
- Ya voy hija, dame un segundo mientras busco mi martillo.
- ¡NO! ¡No, papá, no lo mates! - Gritó peter y empezó a llorar - el ratóncito es solo un animalito, él no sabía lo que hacía, por favor papá, no lo mates, él no nos ha hecho nada malo.
- Está bien Peter, no lo mataré.
- ¡Pero papá, es un animal asqueroso! - replicó la Hermana de Peter.
- ¡NO, PAPÁ! No lo mates... - repitió Peter.
- Okay, esto es lo que haremos, tomaré al ratoncito y lo llevaré al parque y allí lo liberaré, así no nos molestará más y no tendré que matarlo, ¿les parece niños?
-¡SÍ PAPÁ, GRACIAS! - Gritó Peter.
- Está bien; pero la próxima vez que caiga un ratón en la ratonera lo matas, papá - replicó la Hermana de Peter no muy contenta con el acuerdo al que habían llegado.
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Esa noche durante la cena a Peter se le cayó su sexto diente de leche, y muy emocionado lo colocó debajo de su almohada antes de irse a dormir, para que el Ratoncito Pérez se lo cambiara por una moneda; pero para sorpresa de Peter, cuando despertó no encontró una moneda debajo de su almohada como siempre lo hacía cuando perdía un diente, si no que encontró dos.
Fin.