A mitad de la tarde, se acostó a dormir a la misma hora de siempre, pero esta vez, no despertó a las dos horas como de costumbre, ni a las cuatro, ni a las seis, ni a las ocho, ni a las dieciséis horas después, porque había muerto, y a pesar de todo, seguía soñando como si algún día fuera a despertar.
FIN.
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