1302 - La Pesadilla del Escritor.

Sir Helder Amos | jueves, febrero 28, 2019 |
- ¡No se me ocurre nada! -gritó, arrugando la hoja de papel en blanco y lanzándola a la papelera-. ¡Me rindo!

Sin embargo, un par de minutos más tarde, metió la mano en la papelera y sacó la hoja en blanco. Luego, hizo lo que pudo para estirarla y se quedó mirándola fijamente. Tamborileando el escritorio con el lápiz que tenía en la mano, estaba determinado a cumplir su sueño, pero después de un largo rato...

- ¡No se me ocurre nada! -gritó, arrugando la hoja de papel en blanco y lanzándola a la papelera-. ¡Me rindo!

Sin embargo, un par de minutos más tarde...

Fin.

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1301 - La Lección del Charlatan.

Sir Helder Amos | lunes, febrero 25, 2019 |
Mientras veía como cubrían con tierra el ataúd de su mejor amigo, pensó que esa era todo y, en su tristeza por haberlo perdido, empezó a hablar sobre él sin medir sus palabras, así que en el pequeño discurso que dio reveló sin querer todo los secretos del difunto.

Luego, cuando cayó en cuenta de lo que había dicho, se sintió culpable y lo único que pudo tranquilizarlo era que ambos habían prometido guardar sus secretos hasta la muerte, así que se dijo que, como su mejor amigo ya estaba muerto, había cumplido su palabra.

Sin embargo, esa noche, mientras dormía plácidamente, un ruido muy fuerte lo despertó a las 3 de la mañana. La puerta se había abierto de un plomazo. Asustado, se sentó en la cama y, sintiendo un escalofrío, la sabana con la que estaba arropado salió volando por la ventana como si le hubieran dado un jalón, justo como solía despertarlo su amigo cuando estaba en vida.

- ¡Aaaaaah! -gritó, palideciendo-. ¡Lo siento! -se disculpó, llorando de miedo y de culpa, convencido de que su amigo había vuelto para vengarse por haber roto su promesa-. ¡De verdad! ¡Fue un accidente! ¡Recuerda que mi mayor problema siempre ha sido hablar de más!

De pronto, la puerta se cerró fuertemente haciendo un gran estruendo y reinó la calma de la noche nuevamente.

Desde entonces, comprendió que era hasta su muerte que tenía que guardar los secretos de sus amigos y no la de ellos.

Fin.

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1300 - La Prueba de Fe.

Sir Helder Amos | viernes, febrero 22, 2019 |
Desde que el Padre de la iglesia vio por primera vez a aquel hermoso jovencito escuchando la palabra de Dios, fijó toda su atención en él, porque sintió que sería muy especial, en parte porque parecía un ángel con sus brillante ojos azules y cabello ondulado dorado.

De tal forma, un par de semanas más tarde, cuando el jovencito expresó sus deseos de volverse monaguillo de la iglesia, el Padre lo aceptó inmediatamente.

El jovencito hacía su trabajo de monaguillo de forma impecable, además estudiaba la biblia y cada vez que podía se inmiscuía en los asuntos de la iglesia para ayudar al Padre. Así que un domingo, después de misa, no fue una sorpresa cuando el jovencito se acercó al Padre y le dijo:

- Padre, me gustaría poder ayudarlo aún más, ¿hay alguna forma en la que pueda hacerlo?
- Hay una -respondió el Padre, pensativamente-. Pero no estoy seguro si estás listo para eso, porque es una gran prueba de fe.
- ¡Sí lo estoy, Padre! ¡Pruébeme!
- ¿Estás seguro?
- ¡Sí, Padre! ¿De qué se trata?
- No puedo decírtelo, -dijo, mirando el reloj-. Pero si quieres hacerlo, prepárate que se hará tarde.
- ¿Qué? ¿Ahora?
- Sí, ahora -respondió el Padre-. Si te animas, te veo en cinco minutos en la parte trasera de la iglesia.

El jovencito, ni siquiera dudó y, emocionado, se cambió su traje de monaguillo rápidamente para irse a encontrar con el Padre.

En la parte trasera, el Padre lo esperaba montado en su camioneta.

- ¿Iremos a algún lado? -preguntó el Jovencito.
- Sí, ¿estás preparado?
- Sí, -respondió el jovencito, montándose en la camioneta-, ¿esto forma parte de la prueba de fe?
- Sí, lo que me recuerda, -dijo el Padre-, esto tiene que queda en secreto, nadie puede saberlo, ¿entendido?
- Está bien... -balbuceó el jovencito, sintiéndose un poco extraño por toda la confidencialidad del Padre-. ¿A dónde vamos?
-  Ya lo verás.

Inmediatamente se pusieron en marcha, y tras varios minutos de viaje,  el jovencito empezó a ponerse más y más nervioso, porque notó que se estaban dirigiendo a la parte más peligrosa y fea de la ciudad, además, el Padre se mantuvo en silencio durante todo el trayecto, aprovechando cada luz roja que de los semáforos para mirarle y sonreírle.

- ¿Estás seguro de esto? -le preguntó el Padre, cuando finalmente estacionó la camioneta en una calle desierta abarrotada de montones de basura.
- Ya no estoy tan seguro -respondió, el Jovencito, tragando en seco.
- No tengas miedo, estás conmigo -trató de calmarlo el Padre, agarrándole la mano y apretándosela fuertemente.

Los dos se bajaron de la camioneta y, al ver lo nervioso que estaba el jovencito, el Padre le ofreció su mano, la cual este tomó inocentemente y caminaron por la calle abandonada.

- ¿De qué trata la prueba? -preguntó el jovencito, aterrado, mirando a toda su partes.
- Ya lo verás -respondió el Padre-. Pero antes tienes que volver a prometerme en nombre de Dios que no le dirás a nadie y que será un secreto entre tú y yo, porque si la gente se entera, podríamos tener problemas.
- ¿A dónde vamos? -preguntó el Jovencito que se había puesto muy pálido.
- Allí -respondió el Padre, señalando con su dedo el sucio y desaliñado edificio que estaba al final de la calle, el cual tenía un aviso medio caído que indicaba que era un Motel.

Al ver esto, el Jovencito, intentó soltarse de la mano del padre, pero este no lo dejó, al contrario, le apretó fuertemente la mano y lo jaló para detenerlo con su cuerpo y abrazarlo.

- No tengas miedo, todo va a estar bien -le susurró al oído.

Pero el Jovencito, aterrado, usó toda su fuerza y, zafándose del abrazo del Padre, huyó corriendo por la calle.

Segundos después, un hombre vestido de mujer salió del motel y viendo al jovencito desaparecer a la distancia se acercó al Padre y le dijo:

- Otro que huye, ¿eh?
- Sí, -respondió, decepcionado-. Ya no sé qué hacer para traer voluntarios a esta zona, Jesús no discriminaba a nadie, él era amigo de todos: pobres, prostitutas, pecadores, ¡de todos!
- ¡Vamos, Padre! No se culpé a usted, es la sociedad -dijo la mujer, dándole una palmaditas en el hombro-. ¿Vamos a dentro? -le preguntó, al ver que el Padre estaba sumido en su gran decepción- Todas estamos esperando la palabra de Dios y el sermón de esta semana.

Fin.

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1299 - La Princesa Gato.

Sir Helder Amos | miércoles, febrero 20, 2019 |
Había una vez una Princesa que creía ser un lindo gatito, porque cada vez que decía “Miau” sus sirvientes corrían para darle su comida favorita, o cuando quería que la acariciaban hacía “purr, purr” y todos le daban cariño, también todos aprendieron que cuando la Princesa mostraba sus uñas, era que estaba enojada y que era mejor dejarla tranquila.

De esta forma, la Princesa vivió creyendo que era un gato por mucho tiempo, hasta que un día una nuevo miembro de la Familia Real se apoderó del castillo. El primogénito tan esperado y deseado que el Rey no había podido tener al fin había llegado al castillo, y tan pronto entró por la puerta le quitó su lugar a la Princesa, quien al ver que toda la atención de los sirvientes giraba en torno al nuevo bebé, descubrió que en realidad nunca había sido una princesa, si no un simple, hermoso y querido gatito.

Fin.

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1298 - El Rincón de los Desesperados.

Sir Helder Amos | jueves, febrero 14, 2019 |
En el fondo de aquel bar de mala muerte, había un rincón en el que siempre se podía encontrar a una parejita besándose y abrazándose apasionadamente. Ese rincón fue bautizado por la gente que concurría seguidamente el bar como: El Rincón de los Enamorados. Así que cada vez que iba a aquel bar, soñaba con encontrar a alguien con quien pasar un rato aquel rincón del amor.

Con su sueño en mente, buscó y buscó, hasta que finalmente encontró el amor. Y pensando en lo romántico que sería pasar una noche en el Rincón de los Enamorados, planeó su tercera cita en aquel lugar.

Esa noche fue larga, y pareja tras pareja pasaron por el Rincón de los Enamorados, así que no fue hasta bien tarde que pudo pasar un rato con su amor en aquel rincón tan especial.

Sin embargo, tan pronto se acercó al rincón descubrió que este tenia un peculiar hedor a cloro y que cuyas paredes estaban llenas de salpicones blancuzcos y manchas de pinta labios por todas partes. Así que al ver esto sintió náuseas y se alejó del rincón sin cumplir su sueño. Porque aquel rincón no era romántico ni mucho de los enamorados.

Fin.

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1297 - Temporada de Caza.

Sir Helder Amos | lunes, febrero 11, 2019 |
El 14 de Febrero se acercaba y ella no tenía ninguna presa que le dijera lo hermosa que era ni cuanto la amaba, así que desesperada tendió una trampa y preparó lo que parecía una suculenta galleta de chocolate que dejó sobre el alféizar de la ventana.

- ¡Puaj! -se quejó Cupido, quien no pudo resistirse al aroma de la galleta cuando pasó volando cerca- ¡Está galleta está salada!
- ¡Te tengo! -gritó la cazadora, lanzándose sobre el consternado ángel y, tras forcejear con él por un momento, logró arrancarle de la mano su arco y su flecha-. ¡Ya no dependeré de tí para encontrar al amor! -celebró, con una gran sonrisa, porque su plan había salido a la perfección.
- ¡No! ¡Espera!, ¡Espera! -trató de detenerla Cupido, mientras ella se alejaba corriendo, dando brincos de alegria-. ¡Ese no es!

La mujer, que había planeado ese día a la perfección, corrió al parque donde estaba el hombre que le gustaba y utilizando el arco y flecha de Cupido, apuntó y le disparó al corazón del hombre para enamorarlo. Pero si rostro palideció cuando, milisegundos después de haber disparado, sintió unas cálidas gotas chispear su rostro.

- ¡Noooo! -gritó la mujer, confundida y horrorizada, al ver como la flecha había atravesado el pecho del hombre y  se había clavado en un árbol cercano, con el corazón, que aún palpitaba lanzando chorros de sangre por todos lados, atascado en su punta.
- ¡¿Qué has hecho, mujer?! -la regañó Cupido, al llegar volando a donde ella estaba.
- ¿Por qué...? -balbuceó, dejándose caer de rodillas al piso-. ¿Por qué no funcionó?
- Porque yo solo estoy de caza -respondió Cupido, quitándole su arco y su flecha de un jalón a la devastada y desesperada dama.

Fin.

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1296 - Violencia de Género.

Sir Helder Amos | miércoles, febrero 06, 2019 |
Cuando entró en la estación policial, todos se la quedaron viendo y varios oficiales empezaron a murmurar y señalarla. Ella sabía que hablaban de ella y, estaba convencida, de que todos se burlaban de su ojo morado, pero ella ni un segundo bajó la cabeza para tratar de esconderlo.

- Buenas, vengo a poner una denuncia de violencia de género -dijo al llegar a la recepción, manteniendo su tono y postura altiva-. Mi marido me agredió físicamente.
- Por favor llene esta forma -respondió el oficial tras el mostrador.

La mujer sacó su pluma rosada, llenó la forma y se la devolvió al oficial. Este, le echó un ojo para verificar que todo estuviera bien.

- ¿Es este su nombre?
- Sí -respondió, dignamente, la mujer.
- Espere un segundo.

El oficial desapareció por la puerta que estaba detrás de él y, un par de minutos más tarde, reapareció con dos oficiales más que se pararon junto a la mujer y la apresaron al instante.

- ¡Está, usted, detenida! -anunció uno de los oficiales que la apreasaban.
- ¿Por qué? -gritó la mujer- ¡Esto es una injusticia! ¿Qué pasa?
- ¡Usted se encuentra detenida por violencia de género! -sentenció el otro oficial.
- ¿A qué se refiere? ¡Yo soy la que fue violentada! -vociferó la mujer.

En eso, por la misma puerta que habían aparecido los oficiales, salió su esposo, con la cara ensangrentada y llena de rasguños.

- ¡Tú! -gritó la mujer, tratando del soltarse de los oficiales.

Pero el hombre no dijo nada y, sacando una pequeña tablet del bolsillo, le mostró el video de la cámara de seguridad de su casa, en el que se veía como ella revisaba el teléfono de su marido y, luego, llena de ira, iba a atacarlo y a golpearlo.

Ella no pudo decir nada más y dejó caer todo su peso en los oficiales que la apresaban. Mientras que su esposo, no pudo evitar sonreír, a pesar de que se le notaba en la mirada que le dedicaba a su esposa una profunda decepción.

Fin.

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1295 - El Demonio Interno.

Sir Helder Amos | viernes, febrero 01, 2019 |
Se paró frente al espejo del baño, se dio unas palmaditas en la cara y, luego, sacó las pastillas del gabinete, pero se sorprendió al ver que solo le quedaba una, lo que significaba que llevaba tres meses de tratamiento y aún así...

Sacudió la cabeza, se tomó la pastilla, se lavó la cara y salió del baño con los ojos cerrados, todavía tenía la esperanza de que el medicamento funcionara. Sin embargo, cuando abrió los ojos, allí estaba, ahí seguía aquel ser cuernudo de piel roja y patas de cabra flotando sobre el sofá.

- Sabes que ni aunque te tomes mil de esas pastillas vas a hacer que desaparezca, ¿no? -le dijo en un tono amigable, mostrándole todos los colmillos que tenía por dientes en una pícara sonrisa.

Fin.

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Microrrelato de ficción sobre psicología, ocultismo y esquizofrenia