1216 - Vacante Ocupada.

Tenía la dirección correcta, porque a las 3:33 a.m. apareció una misteriosa puerta en el fondo de aquel obscuro callejón abarrotado de basura. Así que sin perder ni un segundo, aparté la basura de mi camino y entré por ella sin ni siquiera tocar.

Me encontré en una pequeña habitación completamente pintada de negra, que tenía como única decoración un crucifijo invertido en la pared del fondo y, debajo de este, un  gran trono, dorado y rojo, donde estaba sentado un pálido jovencito como de 15 años, de cabellos dorados que le llegaban hasta los hombros y que estaba vestido con una holgada, casi transparente, bata blanca.

- ¡Al fin te encontré! - le dije, sorprendido de ver a alguien tan joven y hermoso en aquel lugar.
- ¿Y para qué me buscas? -me espetó el chico, obviamente enojado, mientras se quitaba el pelo de la cara para mirarme con sus peculiares ojos, porque uno era celeste como el cielo, mientras que el otro dorado como el oro.
- Me han dicho que puedes concederme mi más profundo deseo.
- Sí, pero sabes cuál es el precio, ¿no?
- Sí y estoy dispuesto a pagarlo -le afirmé, parándome muy recto.
- Muy bien, hagámoslo -dijo el chico, sonriendo malévolamente.

Parándose sobre su trono, el chico dio un gran salto y cayó justo en frente de mí. Luego, me sorprendió agarrándome fuertemente con una mano por mis mejillas y, apartándose el pelo de la cara con la otra, me obligó a verlo directo a sus heterocromáticos y hermosos ojos.

No había pasado ni un segundo cuando su hipnotizante mirada me cautivo y me transportó, porque sentí que el pequeño cuarto negro se tornaba a cuadros monocromáticos, mientras que él escudriñaba dentro mi alma.

- No buscas dinero -susurró el chico, mientras una lluvia de billetes caía a mi alrededor.
- No buscas amor -continuó, y esta vez sentí como una terrible mano me arrancaba el corazón y lo tiraba a un lado.
- ¡Y tampoco buscas felicidad! -añadió, mientras un par de mariposas se escaparon volando de mi interior por el agujero que me había dejado en el pecho.
-Lo que buscas es...

Con el ceño fruncido y una mirada asqueada, el joven me soltó bruscamente y me escupió en la cara. Lo que me regresó a la realidad y al pequeño cuarto negro.

- Escúchame bien. Nunca, NUNCA, vas a poder ser cómo yo -bramó el chico, agarrándome con su increíble fuerza por la camisa y echándome del cuarto.

Fin.

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