1190 - Ismael.

Aquel domingo, cuando Sara, una mujer muy creyente y religiosa, conoció a Abraham en la iglesia después de la misa, se enamoró perdidamente de él. Abraham, al igual que Sara, también sintió lo mismo por ella y ambos creyeron que era una señal divina de haberse encontrado y enamorado.

Con el pasar del tiempo, Abraham y Sara se casaron y, ambos, trabajando fuerte lograron cosechar muchas riquezas y lujos. Sin embargo, al igual que en el relato bíblico, sin importar cuanto intentaran, ni a cuantos doctores vieran o cuantos métodos probaran, Sara no podía quedar embarazada.

Fue por eso que cuando Sara se enteró de que la señora que la ayudaba en los quehaceres de la casa estaba esperando un bebé, se tornó histérica y le formó una gran escena de celos a Abraham porque creía que la había engañado.

Sin embargo, Abraham la convenció de que todo estaba en su cabeza, que él solo la amaba a ella y que tanto su relación, como todo en la vida, no siempre tenían que ser igual que en las escrituras. Esto tranquilizó un poco a Sara, a pesar de que desde el principio había confiado que su amor con Abraham había sido bíblico.

Pero su calma solo le duró nueve meses, porque cuando Sara escuchó el nombre que la señora de servició le puso el hermoso hijo varón que había tenido, confirmó sus más terribles sospechas y perdió completamente la cabeza. Así que, tomando su biblia en una mano y un afilado cuchillo en otra, se convirtió en un demonio y pecó, pecó y pecó.

- ¡¡¡No!!! ¡Ustedes no me van a engañar! ¡Yo no soy tonta! -repetía, gritando, mientras apuñalaba una y otra y otra vez, en su delirio, los restos de su esposo, la mujer de servicio y el pobre bebé que murió sin ni siquiera ser bautizado.

Fin.

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