1039 - El microcuento de Halloween.

Sir Helder Amos | lunes, octubre 31, 2016 |
Después que lo leyó, sintió como toda su piel se le ponía de gallina.

Fin.

1038 - El Príncipe de Fuego y la Montaña de Hielo.

Sir Helder Amos | viernes, octubre 28, 2016 |
Hace mucho tiempo, en medio del Océano Pacífico, había dos pequeñas islas cercanas, cada una con una gran montaña que alcanzaba los cielos, pero a pesar de su similitud eran muy diferentes, porque eran conocidas como la Isla de Hielo y la Isla de Fuego.

La Isla de Hielo era una isla desierta que fue llamada así porque la gran montaña que había en su centro estaba cubierta por una bella capa de nieve; mientras que la Isla de Fuego era conocida por su montaña rocosa y porque, a diferencia de su vecina, estaba habitada por la gente de fuego, que eran seres muy calientes que emanaban fuego de sus cuerpos.

La Isla de Fuego y su gente eran gobernadas por el Rey de Fuego, quien tenía un único hijo, el Príncipe, que estaba obsesionado con la belleza y blancura de la Montaña de Hielo de la isla vecina. Pero tan pronto el Rey notó el interés de su hijo, le prohibió hablar, mirar y pensar en la Montaña de Hielo, para que no cometiera el mismo error que él había incurrido hace un par de décadas atrás y, en cambio, lo motivó a que siguiera sus pasos y continuara el reinado que había establecido con tanto trabajo y esfuerzo en la Isla de Fuego.

Sin embargo, tan pronto el Príncipe de Fuego cumplió la mayoría de edad, abandonó el castillo y se fue a vivir a la Montaña de Hielo para disfrutar de su soledad y su blanca belleza, a pesar del daño que el clima frío le hacía a su caliente cuerpo.

Con el pasar de los años, el Príncipe de Fuego estableció su propio reinado sobre unas ruinas que descubrió en la Isla de Hielo, donde recibía a todos aquellos que decidían dejar la Isla de Fuego; pero a pesar de su esfuerzos, su reinado no consiguió muchos habitantes porque, eventualmente, todos regresaban a la Isla de Fuego por el gélido clima de la montaña, dejando al Príncipe solo de nuevo.

Hasta que un día, con la muerte del Rey de Fuego, todos los habitantes de su isla, confundidos, sin tener a un monarca que los guiara, recogieron todas sus cosas y se mudaron a la Montaña de Hielo, donde el Príncipe de Fuego los recibió en su reinado con los brazos abiertos, muy contento de tener compañía después de todos aquellos años de solitud.

Pero con el pasar del tiempo, el calor que emanaba la gente de fuego fue derritiendo el hielo de la montaña y dejando al desnudo su rocosa contextura, mientras que la desolada montaña de la Isla de Fuego fue cubriéndose poco a poco de una bella capa nieve hasta quedar completamente helada, la cual despertó el interés del único hijo que el Príncipe, ahora, Rey de Fuego había tenido con la bella damisela que había desposado.

Fin.

¿Donde estaba Mario? por Sir Helder Amos.

Sir Helder Amos | viernes, octubre 28, 2016 |
Hola queridos microlectores, esta vez no les traigo un microcuento, si no mi primera novela ligera que he publicado de la mano de Editorial Samarcanda y que me gustaría compartir con ustedes, la cual se llama ¿Dónde estaba Mario? y he escrito inspirado en grandes obras de la literatura y del arte de animación japonese bajo una temática de misterio y romance; pero para que tengan una idea más clara aquí tienen la sinopsis de la novela: 

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¿Dónde estaba Mario? 
Mario era un veinteañero citadino como cualquier otro, con amigos, un trabajo estable y un pequeño apartamento en el corazón de la ciudad, así que podría decirse que lo tenía todo; sin embargo, Mario no se sentía cómodo con la realidad y monotonía de su vida, por lo que su más grande sueño era vivir una aventura fantástica en un lugar maravilloso, como sucedía en los libros de ficción que tanto leía y amaba.  
Una noche, tras recibir una misteriosa carta, el sueño de Mario se hizo realidad y desapareció, sin dejar rastro, de la faz de la tierra; pero después de un mes, al haber cometido una estupidez por la chica de la que se había enamorado, Mario regresó a su vida cotidiana, sin poder revelar dónde y qué estuvo haciendo durante ese tiempo.  
Sin tener más opción que mentir, Mario inventa unas series de excusas absurdas a sus amigos y compañeros de trabajo para poder mantener su secreto; a pesar de lo mucho que le gustaría gritar, a los cuatro vientos, dónde estuvo durante esas cinco semanas y qué estuvo haciendo, porque en aquel maravilloso lugar sus sueños de vivir una aventura fantástica se habían hecho realidad y hasta había conocido al amor de su vida.  
Y tú... ¿Podrás descubrir dónde estaba Mario? 
Así que si te gustan mis microcuentos, espero puedas adquirir ¿Dónde estaba Mario? y la disfrutes tanto como disfruté escribiéndola. Ya que me encantaría que todos mis microlectores alrededor del mundo que puedan leerla y me den sus opiniones sobre ella para que, poco a poco, pueda seguir creciendo como escritor.

¿Dónde estaba Mario? se encuentra disponible en físico (papel) en Amazon, o si son más tecnológicos, pueden comprar la versión e-book disponible para iBooks, Google Play Books, KindleKOBO, El Corte Inglés y en la Casa del Libro.

1037 - Medusa y el Basilisco

Sir Helder Amos | martes, octubre 25, 2016 |
Cuando sus miradas se cruzaron, se quedaron como petrificados por el odio y envidia que se tenían.

Fin.

1036 - El perro maravilla.

Sir Helder Amos | sábado, octubre 22, 2016 |
Ese día, en la escuela, después de que todos en la clase hubieran presentado a su superhéroe favorito y hablado un poco de sus superpoderes y de sus hazañas, cuando finalmente le tocó el turno a Andrea, esta sacó, con manos temblorosas, una foto de su perro y, antes de que sus compañeros pudieran burlarse porque su mascota no era un superhéroe, expuso con voz firme: 

- Mi superhéroe preferido es mi perro porque, sin importar cuán mal me sienta o qué tan duro haya sido mi día, tan pronto llego a casa y escucho sus ladridos, tiene el superpoder de hacerme sentir de maravilla.
Fin.

1035 - ¡Te amo!

Sir Helder Amos | miércoles, octubre 19, 2016 |
- ¿Qué dijiste? -le preguntó, escéptico, sin poder creer lo que acaban de escuchar sus oídos.

Fin.

1034 - La tragaperras.

Sir Helder Amos | domingo, octubre 16, 2016 |
Cuando escuchó el carro de su mujer entrar al estacionamiento de la casa, interrumpió la partida de póker con sus amigos y gritó:

- ¡Llegó la tragaperras! ¡Rápido! ¡Recojan todo! -mientras buscaba, apresurado, el control del televisor y ponía el juego de fútbol.

Consternados y sin tener tiempo para pedir explicaciones, sus amigos recogieron y escondieron todo rápidamente, así que cuando la mujer entró en la casa, los encontró sentados en el sofá viendo el partido y, tras mirarlos perspicazmente, los saludo:

- Hola amor, hola chicos, ¿cómo están? ¿Viendo el juego?
- Sí -respondieron todos al unísono, sin apartar la mirada del televisor.

Sin decir nada más y tras volver a mirarlos viciosamente, la mujer subió las escaleras y se encerró en su recámara.

- ¡¿Qué demonios fue todo eso?! -preguntó uno de los amigos, al escuchar la puerta de la habitación cerrarse.
- ¿La tragaperras? -preguntó otro.
- Disculpen, pero ya saben cómo es mi mujer, si nos hubiera encontrado jugando y hubiera visto todo lo que había ganado, se hubiera empeñado en que, como una tragaperras, gastara en ella hasta el último centavo.

Fin.

1033 - Un sueño de amor.

Sir Helder Amos | jueves, octubre 13, 2016 |
Cuando despertó súbitamente, un poco después de la media noche, lo hizo con el corazón acelerado y  una gran sonrisa en su rostro; sin embargo, cuando miró al otro lado de la cama y lo encontró tan frío y solitario como siempre había estado, descubrió que todo había sido un sueño y, abrazando fuertemente su almohada, se puso a llorar hasta que se volvió a quedar profundamente dormido.

Fin.

1032 - El demonio del bosque.

Sir Helder Amos | lunes, octubre 10, 2016 |
Lo primero que escuchó la sacerdotisa al llegar a la aldea fueron las suplicas de sus habitantes para que exorcizara el terrible demonio del bosque que la rodeaba, debido a que estaba acabando, poco a poco, con sus vidas, porque cada tres días desaparecía uno de los cazadores, taladores o recolectores que se adentraban en él para buscar carne, leña o frutas.

Al día siguiente, el tercero después de la última desaparición, la sacerdotisa no permitió que nadie ingresara en el bosque, y se adentró ella misma en él para complacer a los aldeanos y rezar algunas oraciones.

Durante su camino, la sacerdotisa  se paseó por entre los esplendorosos árboles del bosque, apreciando su belleza y sus deliciosos olores, hasta que llegó a un pequeño claro, donde puso manos a la obra.

Sacando de uno de sus bolsillos un frasquito que contenía un misterioso polvillo blanco, la sacerdotisa lo utilizó para dibujar un círculo y varios símbolos extraños en el piso del frondoso claro y, luego, se paró en el centro de éste a hacer sus oraciones. Pero no había comenzado bien a rezar, cuando, de entre los arbustos, saltó un majestoso conejo, tan blanco como la nieve y con dos grandes ojos de distintos colores: uno tan rojo como la sangre y el otro tan azul cómo el cielo en un día soleado, que se detuvo a un par de metros de ella a observarla, moviendo sus largas y delicadas orejas con curiosidad.

Al percatarse de que tenía compañía, la sacerdotisa guardó silencio y, encantada por la belleza del animal, se arrodilló para llamarlo y poder acariciarlo. Pero al ver que este no se acercaba, la sacerdotisa dio un paso hacia él, saliéndose del círculo que había dibujado y, tan pronto lo hizo, el mullido y majestuoso conejo blanco saltó sobre ella, quien empezó a acariciarlo plácida y frenéticamente.

Luego de pasar un par de horas  acariciando el suave pelaje del conejo, la sacerdotisa descubrió que a pesar del hambre, sed y sueño que tenía, no podía detenerse porque, por más que quisiera o intentara soltar al animal, su cuerpo no respondía y durante los próximos tres días no hizo más que acariciar a aquel misterioso conejo blanco hasta que cayó sin vida sobre el piso del frondoso claro.

Y una vez libre, el conejo, dando pequeños saltitos, se perdió entre los arbustos buscando a su próxima víctima.

Fin.

1031 - El robot humano.

Sir Helder Amos | jueves, octubre 06, 2016 |
Cuando llegó corriendo al trabajo, preocupado porque su alarma no había sonado y se había quedado dormido, se consternó mucho al encontrarse con que la oficina estaba cerrada. Pero todas sus dudas se dispersaron cuando, antes de sacar su celular para llamar a su jefe, escuchó las campanas de una iglesia distante y recordó que era domingo, el único día libre que tenía.

Fin.

1030 - El fantasma de la abuela

Sir Helder Amos | lunes, octubre 03, 2016 |
- ¡¿Qué fue eso?! -le pregunté a mi madre, mientras hablaba con ella por teléfono, después de escuchar el estallido de un vidrio al otro lado de la línea-. ¡¿Estás bien?!

- Sí, tranquila, hija, solo fue un vaso que se cayó.

- ¿Y papá? ¿Está bien? ¿No le pasó nada?

- No, tu papá está arriba.

- ¡¿Y a quién se le cayó el vaso?!

- A nadie, querida, no te preocupes, estaba sobre la mesa y se cayó.

- Pero, ¿Cómo, mamá?

- Se cayó solo, querida, tú sabes la condición en la que heredamos esta casa.

- Ay, mamá, ¿Y por qué no la venden? ¿Por qué no se vienen a vivir conmigo? ¿Por qué no hablas con papá y tratas de convencerlo? ¿No les da miedo?

- Sí, mucho, no sabes cuánto quisiera yo mudarme, querida, pero tú conoces a tu padre, él nunca abandonará esta casa mientras que tu abuela siga aquí.

Fin.