870 - El ayudante del diablo.

Sir Helder Amos | martes, julio 28, 2015 |
- ¡¿Por qué está nevando en el infierno?! - gritó el Diablo, enfurecido.
- Lo siento señor, me equivoqué al graduar la temperatura - murmuró su asistente por lo bajo.
- ¡Eres un inútil! - le gritó el Diablo, botando fuego por la boca - primero, le das un día libre a los torturadores, luego, arruinas los instrumentos de torturas, ¡¿Y ahora esto?¡
- Lo si-siento, señor-ñor - titubeó su asistente.

El diablo no le dijo nada más y se lo quedó mirando muy fijamente, sospechando, si éste nuevo asistente no habría sido enviado por su gran y único enemigo para arruinar las cosas allá abajo; pero después de un largo rato, y de asegurarse a sí mismo, que Dios sería incapaz de hacer semejante cosa, soltó un bufido y le ordenó a su asistente a que fuera a ponerle clavos a la escalera del infierno para que los pecadores se puyaran los pies al bajar.

Mientras tanto, en el cielo, Dios se reía a carcajadas de lo que pasaba en el infierno, y le dijo a San Pedro:

- ¿Estás viendo Pedro? Jajaja ¡Te dije que nunca se iba a dar cuenta!
- Pero eso va en contra de sus valores, Señor - dijo Pedro, frunciendo el entrecejo.
- ¡Ay Pedro, Pedro, en el amor y en la guerra no hay valores, allí todo se vale! - dijo Dios, ordenándole, telequinéticamente, a su espía, que clavara completamente los clavos en la escalera del infierno, para que ningún pecador resultara herido al bajarla.

Fin.

869 - El secreto del mago.

Sir Helder Amos | lunes, julio 27, 2015 |
Después del show de magia, un niño muy astuto y perpicaz, logró colarse al camerino del mago, y tomándolo por sorpresa le preguntó:

- ¿Cuál es tu secreto? ¡Dime! ¿Cuál es tu secreto?
- ¿Mi secreto?
- ¡Si! ¡Tu secreto! ¿Es tu varita? - siguió preguntando el niño, muy hiperactivamente - ¿Tu sombrero? ¿Tu capa? ¿Cual es tu secreto? ¿Cómo haces para hacer magia?
- Querido niño - empezó a decir el mago - mi secreto no reside ni en mi varita - dijo dándole la varita al pequeño - ni en mi sombrero - continuó , quitándose su sombrero y poniéndoselo sobre la cabeza al niño - ni mucho menos en mi capa - siguió diciendo, mientras le ponía su capa sobre los hombros al pequeño - el secreto de la magia es creer.
- ¿Creer? - inquirió el niño, arrugando la nariz.
- Si, mientras creas en la magía, ésta se hace realidad ¡Mira!

Haciendo un ademán con sus manos, el mago hizo aparecer, de la nada, una roja y brillante manzana.

- Toma, te la regalo.
- Gracias - dijo el niño, tomando la manzana entre sus manos con los ojos muy abiertos - ¿Es de verdad?
- Si, muérdela, y cuando la pruebes te darás cuenta que es la manzana más dulce y deliciosa que hayas probado en tu vida, porque es una manzana mágica.
- ¡Mmmnnn! ¡Está deliciosa! ¡Gracias señor mago!
- De nada, pequeño, ahora devuelveme mi varita, mi sombrero, mi capa y regresa con tus padres, que deben de estar preocupados.
- Si, señor, mago, y no se preocupe, su secreto está a salvo conmigo, ¡No se lo diré a nadie! - dijo el niño, antes de salir corriendo del camerino del mago.

Un par de minutos más tarde, del sombrero del mago salió un conejo gris, que, sosteníendo entre sus patas una zanahoría, se quedó mirando muy fijamente al mago, juzgandolo.

- ¿Qué? - le preguntó el mago.
- ¿No te da vergüenza? ¿Mentirle a ese pequeño? - le preguntó el conejo muy seriamente.
- No - respondió el mago sonriendo.
- ¿Cómo puedes dormir en las noches?
- Eso si no puedo decirtelo, porque ese es el mejor secreto que guardamos nosotros los magos.

Fin.

868 - El majestuoso traje de la princesa exploradora.

Sir Helder Amos | jueves, julio 23, 2015 |
Todos los exploradores se enfurecieron cuando, a última hora, la Princesa decidió formar parte en la siguiente expedición a uno de los bosques vecinos del reino; porque a pesar de que ya tenían todo listo para partir, la Princesa ordenó posponer la expedición hasta que el sastre y joyero real le hubieran confeccionado un traje con finas telas y lleno de incrustaciones de piedras preciosas, porque el uniforme de exploradora regular no le gustaba. 

Durante la expedición, todos los exploradores murmuraban secretamente entre ellos su descontento con la Princesa y su nuevo traje, porque llamaba mucho la atención, espantaba a los animales salvajes y sobretodo, porque los había hecho esperar tres semanas a que tal majestuoso, pero inutil, traje estuviera listo. 

Después de una semana en el bosque, los exploradores encontraron una tribu de hombres salvajes, quienes los superaban en número, y que en un abrir y cerrar de ojos, los capturaron y encarcelaron a todos menos a la Princesa, quien, al ser vista en tan majestuoso y brillante traje,  fue llevada, en cambio, ante el monarca de la tribu. 

Mientras la Princesa hablaba con el monarca, a todos los exploradores los montaron sobre la rama de un árbol muy peculiar y les ataron sogas a sus cuellos, para ahorcarlos cuando se les diera la orden de hacerlo. 

Después de una angustiosa espera, cuando la Princesa salió de la tienda del monarca de la tribu, dándose las manos y haciéndose reverencias entre ellos, éste dio la orden de que liberaran a sus prisioneros y los dejaran volver a su reino. 

- ¡Muchas gracias por salvarnos su majestad! - le decían los exploradores a la Princesa de regreso a casa. 
- De nada - respondía  ella altivamente - aunque de regreso al reino, deberán agradecer, tambien, al sastre y joyero real, porque de no ser por ellos, yo también estaría guindando de la rama de ese árbol tan peculiar. 

Fin. 

867 - La casa embrujada.

Sir Helder Amos | lunes, julio 20, 2015 |
Al caer la noche, cuando el fantasma del tío Joe se despertó, algo le pareció muy peculiar: el estudio donde dormía estaba completamente vacío.

- ¡Oh, se volvieron a mudar! - dijo el fantasma, luego de recorrer toda la casa y descubrir que todas las habitaciones estaban vacías - ¿Para donde se habrán ido ahora? - se preguntó, saliendo volando de la casa y empezando a buscar la nueva locación de su sobrino favorito.

Mientras tanto,  en una pequeña casa en Massachusetts, el sobrino del fantasma se acostó junto a su mujer y le dijo:

- Esta nueva casa me gusta mucho, ojalá no esté embrujada, ya estoy cansado de mudarme.
- Yo también - dijo su mujer, abrazándolo fuertemente.

Fin.

866 - Mañana será otro día.

Sir Helder Amos | domingo, julio 19, 2015 |
19 de julio: Querido diario, sigo con mi mala racha, hoy tuve un día terrible, nada me salió bien, pero no pierdo las esperanzas, mañana será otro día.

20 de julio: Querido diario, que díficil es no perder las esperanzas, aunque parezca increible, mi día de hoy estuvo peor que el de ayer, pero bueno, mañana será otro día.

21 de julio: Querido diario, ¡¿Cómo pueden pasarle tantas cosas malas a una sola persona?! ¡Y al mismo tiempo!  Por momentos, siento que ya no puedo más; pero en esos momentos respiro profundo,  pienso que mañana será otro día y sigo adelante.

22 de julio: Querido diario, por más que intento, e intento, ya no puedo, no puedo, puras cosas malas siguen pasandome, una tras otra,  y aunque me repita mil veces que mañana será otro día, ya me es dificil de creerlo.

23 de julio: Querido diario, gracias por haberme acompañado en este viaje, y por haber estado siempre conmigo, fuiste mi único y mejor amigo; pero ya he perdido las esperanzas, cada día que pasa es peor que el anterior, y en vez de que las cosas mejoren, empeoran, es por eso que me despido, porque mañana, ya no habrá más mañana.

Fin.

866 - El tatuaje irónico.

Sir Helder Amos | miércoles, julio 15, 2015 |
Esa noche, Billy, el tatuador, estaba aburrido, no había atendido ni a un sólo cliente, y las horas se hacían más y más largas detrás del mostrador, mientras esperaba a que alguien entrara a su tienda. 

Alrededor de las doce de la noche, un joven, que apenas había cumplido la mayoría de edad, entró a la tienda, y le dijo muy entusiasmado:

- Buenas, me gustaría tatuarme la frase, "Nada es para siempre" con letras góticas en el pecho. 
- ¿Seguro? - le preguntó, Billy, soltando un buffido.
- Si, esa frase me encanta, porque es tan real, en la vida nada es para siempre - dijo el joven, entusiasmado.
- ¿Y te la quieres TA-TU-AR en el pecho?
- Si, por favor. 
- ¿No estás ebrio ni drogado? ¿No? - inquirió finalmente Billy, levantándose del mostrador, obstinado, porque de entre todos los tipos de clientes que existen, éste fuera el primero de la noche.
- No, no, para nada, estoy sobrio - le aseguró el joven. 
- Bueno, ven, pasa por acá. 

Fin. 

865 - El regalo mágico de Enmanuel.

Sir Helder Amos | martes, julio 14, 2015 |
Súbitamente, al acercarse el final del año escolar, Enmanuel empezó a bajar su rendimiento en la escuela: no quería estudiar, ni mucho menos levantarse temprano para ir a clases. Al notar esto, su padre, se le acercó una tarde y le preguntó: 

- ¿Por qué tus notas están bajando, hijo? ¿Por qué ya no te gusta ir a la escuela? ¿Te maltratan tus amigos? ¿Tu maestra?
- No, papá, no es por eso.
- Y entonces, ¿Por qué? ¿Puedes explicarme? 
- Porque en la escuela, poco a poco, día a día, he aprendido que la magia no existe y que la realidad aplasta nuestros sueños a medida que crecemos y aprendemos más y más cosas. 

El padre de Enmanuel, atónito, se quedó en silencio por un par de minutos luego de escuchar la respuesta de su hijo; y no fue hasta que se le ocurrió una gran idea que finalmente le dijo.

- ¿Y si yo te digo que la magia si existe y que los sueños si se hacen realidad?
- Tendrías que probarmelo.
- Bueno, ¿Qué te parece si hacemos un trato? - le dijo su padre.
- ¿Cuál? - inquirió Enmanuel perspicazmente. 
- Si mejoras tus notas y vas todos los días a la escuela, yo te doy un regalo mágico. 
- ¿En serio? ¿Me darías un regalo mágico? ¿Mágico de verdad? 
- Si.
- ¡Está bien, trato hecho, papá!

Enmanuel mejoró sus notas y fue el mejor alumno de la clase.

- ¡Muy bien, Enmanuel! - lo felicitó su padre cuando lo fue a recoger el último día de escuela. 
- ¿Y mi regalo, papá? ¿Recuerdas que hicimos un trato?
- ¡¿Como olvidarlo, hijo?!  Tu regalo, espera por tí en la casa.

Cuando llegaron, a casa, Enmanuel encontró una caja de cristal con un camaleón adentro. 

- ¿Éste es mi regalo, papá, una lagartija? - se quejó Enmanuel - ¡Tú dijiste que iba a ser mágico! 
- Pero lo es hijo, esta es una lagartija mágica, mira, mira como cambia de color cuando la movemos a otro entorno diferente.
- ¡Mira papá! ¡Si es cierto! ¡Está cambiando de color! ¡Yo sabía que la magia si existe! ¡Gracias papá! 
- De nada hijo, espero recuerdes esté día por siempre, y nunca olvides las palabras que tú mismo acabas de pronunciar.
- Si, papá, ¡nunca lo olvidaré! - dijo Enmanuel, pegando brinquitos y llevando la lagartija mágica de un lugar a otro para que esta cambiara de color - ¡La magia si existe! ¡La magia si existe! 

Y desde ese día, Enmanuel creyó por siempre en la magia, incluso, después de descubrir, dos meses más tarde, que la lagartija no era más que un camaleón.

Fin.

864 - El hombre sin problemas.

Sir Helder Amos | sábado, julio 11, 2015 |
- Y hoy en nuestros programa, le daremos la bienvenida al hombre sin problemas - dijo el contuctor del programa de televisión matutino - ¡Bienvenido! ¿Cómo estás?
- Muy bien, gracias, ¿Y tú? - dijo el hombe, relajado.
- Bien, bien, gracias, dinos ¿es cierto eso de que eres el hombre sin problemas?
- Si, lo es, yo no tengo ninguno de esos.
- Y cuentanos, ¿Cómo hiciste para no tener problemas?
- Simplemente los saqué de mi vida y deje de tenerlos.
- ¿Así de fácil?
- Así de fácil - afirmó el hombre sin problemas.
- ¿Y cómo haces cuando tienes problemas de dinero y no te alcanza para pagar la renta?
- A eso, yo lo llamo un incoveniente.
- ¿Y cuando conduces y tienes problemas con otro conductor?
- Esos, para mi, son percanses.
- ¿Y cuando tienes problemas con tu pareja?
- Entre mi pareja y yo, solo se presentan situaciones irregulares.
- ¿Y en tu trabajo? ¿Tampoco tienes problemas?
- Quizás, uno que otro, contratiempo, pero nada más.
- ¡Wow! - exclamó el conductor -  Entonces, es cierto,  tu eres el hombre sin problemas.
- Si, lo soy - dijo, sonriendo.

Fin.

863 - La promesa.

Sir Helder Amos | martes, julio 07, 2015 |
Sentado detrás del escritorio de su estudio, miraba con tristeza las fotos de su ex-mujer, había pasado toda la tarde llorando por ella.

*Toc, toc. 

- Adelante - dijo el hombre, con una vos carrasposa y apagada. 

Al estudio entró un hombre alto, fuerte, y muy bien peinado, que llevaba un gran saco, donde tenía guardadas ambas  manos.

- ¡Cuñado! ¿Cómo estas? - le preguntó el hombre, guardando las fotos de su ex-mujer - ¿qué te trae por aquí? 
- Estoy bien, y he venido a cumplir con la promesa que te hice. 
- ¿Promesa? ¿Qué promesa, cuñado?
- La promesa que te hice el día que le propusiste matrimonio a mi hermanita - dijo el cuñado sin inmutarse. 

El hombre se quedó en silencio, tratando de recordar todo lo que había pasado en aquel majestuoso día donde su ex-mujer había aceptado casarse con él.

- ¿Te refieres... a...? - empezó a decir el hombre, incrédulo. 
- Si - dijo el cuñado, sacando sus manos de su saco y sosteniendo un arma que apuntaba al corazón del hombre.
- ¡Esto no puede ser cierto! ¿Éstas bromeando? - titubeó el hombre, alzando y manteniendo las manos al aire.
- No, yo te lo prometí.
- ¡Pero fue tu hermana quien me dejó! ¡Fue tu hermana quien se escapó con el jardinero! - se defendió el hombre - ¡Yo todavía la amo! ¡Y la amaré por siempre! Tal como se lo prometí en mis votos cuando nos casamos.
- Lo sé - dijo el hombre friamente - pero una promesa es una promesa.

Sin decir nada más, el cuñado apretó el gatillo y mató al hombre, perforando su dolido corazón con una bala de acero fria.

Al morir, tal como lo había prometido, el hombre amaría a su ex-mujer por siempre; y así, ambos, tanto el hombre como el cuñado, cumplieron sus promesas. 

Fin.

862 - La cajita (in)feliz.

Sir Helder Amos | martes, julio 07, 2015 |
Esa noche, su papá, se había quedado trabajando hasta tarde; cuando finalmente llegó a la casa, lo hizo con comida rápida para disculparse por su retraso. El niño, al principio, emocionado por la comida, le arrancó a su papá de las manos la cajita roja con asas amarillas que este le ofrecia; pero cuando la abrió, su rostro se torno rojo de ira, porque el pequeño juguete que traía la cajita, ya lo tenía, la hamburguesa tenía vegetales, a pesar de que a él no le gustaban, y las papitas fritas estaban frias y aguadas. 

El niño, llorando y reclamando, pelió con sus padres, quienes, regañandolo, lo obligaron a sacarle las detestables verduras a su hamburguesa y a comérsela antes de irse a la cama castigado.

Fin. 

861 - La cajita (in)feliz.

Sir Helder Amos | domingo, julio 05, 2015 |
Cansado y con ampollas en los pies, el niño, hambriento, sucio y despeinado, se acercó al último contenedor de basura que quedaba en la calle; allí empezó a hurgar la basura, con la esperanza de encontrar algo que pudiera comer; pero sin obtener mucho éxito al principio, sin embargo, cuando estaba a punto de darse por rendido, se encontró una cajita roja de asas amarillas, que tenía en su interior: un par de hojas de lechuga,  una rodaja de tomate, una de pepinillos, un pedazo de pan, y varias papas fritas mordisqueadas.

Al ver esto, el rostro del niño se iluminó, y abrazando la cajita fuertemente, para que nadie pudiera quitársela,  regresó corriendo a debajo del puente, del cual vivía, para darse su gran banquete.

Fin.

860 - La sorpresa de compromiso.

Sir Helder Amos | miércoles, julio 01, 2015 |
- Ya, puedes abrir los ojos - dijo el novio plebeyo, colocándose frente de ella y arrodillándose.

Cuando la Princesa abrió los ojos, se quedó congelada con lo que vio: sus padres habían sido brutalmente asesinados y yacian muertos sobre sus tronos,

- Ahora que tus padres no están para oponerse - continuó diciendo el novio plebeyo - ¿Te casarías conmigo? - le preguntó, sacando de su bolsillo un anillo de compromiso sin diamante.

La Princesa, alternando la mirada entre su novio arrodillado frente a ella, y sus padres muertos, no pudo responder la pregunta que éste le  hacía y se desmayó al instante.

Fin.