859 - El último adiós.

Sir Helder Amos | lunes, junio 29, 2015 |
Justo en el momento cuando el cura ordenó a todos los presentes de cerrar los ojos y guardar un minuto de silencio por el pobre difunto; éste, se sento en su ataud y recorrió con la mirada toda la sala para ver quienes estaban presentes, luego, soltando una pequeña lagrima, se despidió con un ligero movimiento de su mano y se volvió a acostar en su ataud, antes de que un pequeño travieso abriera los ojos antes de que se acabara el minuto de silencio.

Fin. 

858 - El último grito de la moda.

Sir Helder Amos | viernes, junio 26, 2015 |
- ¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!! - gritó, horrorizada, luego de abrir los ojos lentamente y ver su reflejo en el espejo. 

Fin.

(En ese día tan importante, había contratado a los mejores y más actualizados asesores de moda y estilistas para verse bella, y, confiando plenamente en ellos, había cerrado los ojos mientras la vestían y la peinaban con las mejores prendas y peinados de última moda.) 

857 - Amor sin ¡boom!

Sir Helder Amos | jueves, junio 25, 2015 |
Esa noche, en su tercera cita, cuando el show de fuegos artificiales empezó e iluminó el cielo con sus bellos colores, él, finalmente, se armó de valor y le dio un gran beso.

Ella, habiendo esperado ese momento con ansias, abrió los ojos mientras él la besaba y se decepcionó al no sentir, en ese beso, nada parecido a lo que veía en el cielo, cada vez que un fuego artificial explotaba. 

Fin. 

856 - La serpiente, la manzana y el pecado.

Sir Helder Amos | domingo, junio 21, 2015 |
Mientras el cura de la catedral limpiaba el altar del altísimo, escuchó cómo las puertas de la iglesia se abrieron y cerraron lentamente, para luego darle paso a un taconeo firme que resonó por todo el lugar.

Al darse la vuelta, el cura quedó pasmado al ver a la mujer, alta, elegante, vestida de negro, con un gran sombrero, y un pequeño velo, negro transparente, sobre su rostro que no ocultaba su gran belleza; que caminaba por el pasillo central de la catedral, acercándose a él con paso decidido.

- Padre, me gustaría confesarme - dijo la mujer sin inmutarse, al llegar a donde él estaba.

Sin palabras, el cura, solo se límito a señalar el confesionario con su dedo y a hacerle señas para que la mujer lo siguiera.

Después de varios mínutos, la mujer salió del confesionario y se arrodilló frente a una imagén de la Virgen María para rezar su penitencia; mientras lo hacía, el cura, no le quitó ni un solo segundo la mirada de encima, luchando consigo mismo para no tener pensamientos impuros por los pecados que acaba de escuchar.

Al terminar sus oraciones, la mujer se levantó, y con su respectivo taconeo se dirigió a la puerta de la catedral, por donde había venido; pero a mitad de camino, dio media vuelta y regresó a donde estaba el cura.

- Disculpe Padre, lo olvidaba - dijo la mujer, sacándo de su pequeña bolsa una roja y brillante manzana y una tarjetita de presentación - muchas gracias por todo, tenga una pequeña ofrenda que le he traído, y mi número en caso de que algún día necesite de mis servicios.

- Gr-gracias - titubió el cura, aceptando lo que se le ofrecía.

Sin decir más nada, la mujer hizo una pequeña reverencia con su cabeza, y se marchó.

El cura, atónito por lo acaba de suceder y olvidando el primer capítulo de las sagradas escrituras,  mordió institivamente la manzana y se guardó el número de la bella dama, en el bolsillo secreto de su sotana.

Fin.

855 - La pequeña granja familiar.

Sir Helder Amos | sábado, junio 20, 2015 |
Cuando el padre vio a su hijo sentado sobre el tractor, dibujando una bella mariposa monarca que se había posado sobre el volante, corrió enfurecido hacía donde él estaba y con una fuerte palmada, mató a la mariposa, antes de ordenar al pequeño que fuera a limpiar el establo. 

El niño, entristecido, obedeció, y el padre, preocupado, lo observó muy de cerca. 

Un par de semanas más tarde, cuando el padre vio a su hijo acostado frente a la chimenea, escribiendo un maravilloso cuento fantástico, corrió enfurecido hacía donde él estaba, y arrancándole las hojas, plumas y tinta, las tiró a la chimenea para que ardieran lentamente, antes de ordenar al pequeño que fuera a alimentar a los animales. 

El niño, aún más entristecido, obedeció, y el padre, aún más preocupado, y tal como lo había hecho su padre con él, lo observo muy de cerca, decidido a no dejarlo hacer ninguna otra actividad, que pusiera en riesgo la sucesión del negocio familiar.

Fin. 

854 - La flor.

Sir Helder Amos | miércoles, junio 17, 2015 |
- Si, maldita estupida, no te quiere, no te quiere, y nunca te querrá  - decía la flor mientras se reía malévolamente, cómo su única forma de consolación entre todo su sufrimiento, después de que una joven enamorada la hubiera arrancado de su jardín y hubiera mutilado despiadadamente todos y cada uno de sus pétalos, solo para saber si su nuevo amor la quería o no. 

Fin. 

853 - La piscina del infierno.

Sir Helder Amos | domingo, junio 14, 2015 |
- ¡Mira!  - dijo el joven, furioso, lanzándole el periodico a su mamá que estaba al otro lado de la mesa - Hayaron otro muerto en la piscina, voy a hablar.

- ¿Estás loco?  - le respondió la madre, tranquilamente, sin ni siquiera tomarse la molestia de mirar el periodico - Si hablas, dirán que estás loco y te encerrarán en un manicomio.

- ¡Pero mamá! No puedo quedarme callado más tiempo, tengo que hablar, decirles todo, para que cierren la piscina y no ocurran más accidentes.

- ¿Y crees que te creerían? ¿En verdad crees que te creerían? - dijo la madre, juntando su tostada con mantequilla.

- ¡Mamá! Yo ví, con estos dos ojos, como desde la pequeña grieta que se abrió en el fondo de la piscina, con el último terremoto, salieron decenas de demonios y jalaron hasta el fondo a aquel pobre muchacho, que nadaba tranquilamente, por los pies hasta que se ahogó.

- Y eso es problema tuyo ¿por qué?..

- Mamá, ¿Cómo puedes ser así?

- Soy así, porque la vida me ha enseñado a no meterme en lo que no me incumbe - dijo la madre indiferentemente - y espero que tú, hijo mio, sigas mi consejo y no tengas que aprenderlo por tu propio escarmiento, si hablas, te catalogarán cómo loco, nadie te creerá y, además, te ganarás a decenas de demonios de enemigos, así que, vamos, olvidate de eso, termina tu desayuno y alistate que se está haciendo tarde.

Fin.

852 - Los estudios universitarios del pequeño Al.

Sir Helder Amos | viernes, junio 12, 2015 |
Cuando el pequeño Al, que era el menor de cuatro hermanos de una familia de drogadictos, entró a la universidad, todos en el barrio donde vivía se enorgullecieron de él y lo felicitaban diciéndole: 

- ¡Así se hace, pequeño Al, no sigas el camino de tus hermanos!

- ¡Qué bueno que estés estudiando! ¡Supérate, muchacho, y sal adelante! 

- Yo sabía que tú eras el intelegente de esa familia, Al, ¡no te rindas!

- Gracias - les decía Al, quien recibía todos estos comentarios sonriendo levemente y bajando la cabeza;  pero no por timidez ni humildad, sino por lo que le costaba aguantarse la risa, al escuchar las estupideces que pensaban sus vecinos sobre él, cuando él sólo había comenzado a estudiar en la universidad con el unico proposito de conocer más personas y, así, conseguir más clientes a quien venderles drogas.  

Fin. 

851 - El pozo de los deseos.

Sir Helder Amos | lunes, junio 08, 2015 |
Hace mucho tiempo, en la parte más profunda de un bosque, había un pequeño claro donde estaba un pozo mágico que cumplia tres deseos. 

Un día un joven audaz, educado y bien vestido, que estaba perdido en el bosque, se encontró con el pozo, y cuando se acercó para sacar un poco de agua para beber, se sorprendió al escuchar una voz, que provenía del pozo, decir: 

- Por una moneda te concedo tres deseos. 

El joven, vaciando sus bolsillos, encontró una moneda y sin perder ni un segundo la tiró al pozo. 

- ¿Cuál es tu primer deseo? 

- Inteligencia - dijo el joven - quisiera tener mucha inteligencia y saberlo todo. 

- Concedido, ¿Cuál es tu segundo deseo?

- Tener manos creadoras - deseó el joven - quisiera tener manos capaces de crear cualquier cosa. 

- Concedido, ¿Cuál es tu tercer, y último, deseo?

- Tener el poder de dar vida - pidió el joven - quisiera tener el poder de darle vida a todas mis creaciones. 

- Concedido.

El joven, al tener el don de la inteligencia, encontró el camino de regreso a casa y se fue del bosque. 

Un año más tarde, el  mismo joven, pero pálido, ojeroso y con un aspecto desaliñado, regresó a donde estaba el pozo, llevando una gran caja de cartón de la cual provenía algunos sonidos que parecían llantos, suplicas y quejas. 

Acercándose al pozo, el joven, esperó un poco, en silencio, luego un rato más, y después, perdiendo la paciencia,  lanzó la caja de cartón dentro del pozo; y vaciando sus bolsillos, sacó una pequeña daga, que utilizó, cómo pudo, para cortarse ambas manos, qué luego lanzó, tambien, dentro del pozo, antes de regresar a casa con una sonrisa agridulce en los labios.

Fin.

850 - La mariposa derrocada.

Sir Helder Amos | viernes, junio 05, 2015 |
Después de pasar el día volando por la ciudad, cuando la mariposa monarca regresó al pequeño jardín que comprendía su reinado, se encontró con cientos de polillas que, aprovechando su ausencia, habían invadido su jardín y se habían apoderado de él, dejándola sin nada. 

Fin.

849 - Sueño de una tarde de verano.

Sir Helder Amos | miércoles, junio 03, 2015 |
En una tarde de verano, mientras estaba sentado junto a su ventana, vio pasar a decenas de parejas felices que caminaban por el parque tomados de la mano; hasta que, entre un suspiro y otro, se quedó dormido.

Fin.