829 - El regalo del hada madrina.

Sir Helder Amos | lunes, abril 06, 2015 | |
Había una vez un hada madrina que le encataba hacer regalos a las princesas, para que fueran más lindas y felices. 

Un día, los rumores de que en un reino lejano vivía una princesa tan fea qué nadie, ni el más pobre de sus plebeyos, quería casarse con ella, llegaron a los oídos del hada madrina, y ésta, preocupada por el destino de la pobre  princesa, emprendió su viaje para darle el regalo de la belleza. 

Cuando el hada madrina llegó al castillo y entró volando por la ventana en la habitación de la princesa, ahogó un grito de terror y se llevó las manos a la boca al ver que la princesa era realmente fea; pero después de un par de minutos, el hada madrina recordó su misión y despertó a la princesa.

- Querida hija, despierta, toma - le dijo, dándole un pequeño espejo de plata que había llevado consigo.

La princesa, soñolienta, se alegró mucho al ver al hada madrina, y agarró el espejo con manos temblorosas sin atreverse a mirarse en él.

- Mirate en el espejo, hija mía - empezó a decir el hada.

- No quiero, yo soy muy fea.

- Mirate en el espejo, hija mía - repitió - para que pueda darte el regalo de la belleza. 

La princesa levantó lentamente el espejo y vio su horrible reflejo en él.

- Espejo mágico que ve más que el exterior, refleja el interior, y haz que el rostro de esta desgraciada princesa refleje la belleza de su alma - dijo el hada madrina haciendo garabatos en el aire con su varita y tocando la cabeza de la princesa al terminar. 

Pero, tan pronto terminó de decir el hechizo, el rostro de la princesa se empezó a deformar aún más de lo deforme que ya era, y le empezaron a salir pustulas llenas de pus y verrugas peludas por todo su rostro, porque la princesa, a pesar de ser fea, era muy pretenciosa, odiosa, déspota y malvada.

La princesa, al ver su rostro deformarse frente al espejo, pegó un grito, horrorizada, que despertó a todos en el castillo, haciendo que los guardias, que siempre cuidaban sus aposentos, entraran rapidamente en su habitación y capturaran al hada madrina sin dejarla decir ni una sola palabra. 

Al día siguiente, cuando la princesa le contó a su padre, el Rey, la maldición que le había echado el hada madrina, éste ordenó que le cortaran las alas, qué rompieran su varita y que la encarcelaran en una de sus mazmorras por toda la eternidad. 

Fin 


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