794 - El amor no es para siempre.

Sir Helder Amos | domingo, diciembre 28, 2014 |
Dos años después de que ella se sacrificó para salvar la vida de su amado, se empezó a revolcar en la tumba cuando él fue a visitarla en el cementerio para contarle que había conocido una nueva chica y que se casaría con ella, porque, según él, eso era lo que a ella le hubiera gustado, que él siguiera adelante con su vida.

Fin.

793 - Recesión navideña. (Navidad)

Sir Helder Amos | miércoles, diciembre 24, 2014 |
A pesar de que la calidad de los juguetes de ese año había bajado notoriamente; no fue hasta que pudo bajar por las chimeneas con facilidad, sin que su barriga se le atascara en el camino, que Santa admitió que a él, también, le estaba afectando la situación económica del país.

Fin.

792 - La estatua de hierro.

Sir Helder Amos | domingo, diciembre 21, 2014 |
Cuando salí de la escuela, vi que uno de mis alumnos más debiles estaba sentado en frente de la estatua de hierro del fundador de la escuela, observándola con una mirada triste y vacia, así que me acerqué a él, preocupado.

- ¿Observando la estatua, eh? -le pregunté amistosamente.
- Sí -me respondió con un suspiro.
- ¿Pasa algo?
- No, nada, es solo que a veces me gustaría ser de hierro como esta estatua -me dijo con un tóno meláncolico.
- ¿Para qué?
- Para que nadie pueda doblegarme, y yo pueda mantenerme siempre de pie, rígido y fuerte.
- Ah, pero hasta esta estatua puede ser doblegada.
- ¿Cómo? -me preguntó consternado.
- Mira -le dije, sacando de mi bolsillo mis llaves con un llavero de aluminio de la estatua del fundador en miniatura y mi encendedor; luego, coloqué el llavero sobre el piso en la misma forma en que estaba la estatua, encendí el encendedor y lo acerque a sus rodillas.
- No entiendo.
- Mira -le repetí. Después de unos instanstes, el fuego del encendedor empezó a cumplir su función y derritió poco a poco las rodillas de mi llavero, haciendo que la miniatura de la estatua del fundador se doblegara y cayera desplomado en el piso; mi alumno me miró sorprendido-. ¿Entendiste? -le pregunté, creyendo que había demostrado tan bien lo que quería decirle al pequeño que no necesitaba explicación.
- ¡Si, si, si! ¡Muchas gracias! -me respondió con una sonrisa en sus ojos, al mismo tiempo que agarraba sus cosas y salia corriendo de la escuela.

Al día siguiente, no se imaginan cuanto me arrepentí de no haberle explicado mi punto al pequeño, cuando sonó la alarma de incendios en la escuela, porque él había encerrado a todos los demás alumnos que se habían burlado de él en el gimnasio y les había prendido fuego vivos.

Fin.

791 - Paciencia, paciencia.

Sir Helder Amos | domingo, diciembre 14, 2014 |
A pesar de que estaba convencido de que cosas buenas le llegan a aquellos que saben esperar, se la mantenía mirando el reloj en intervalos de un minuto que le parecían una eternidad.

Fin. 

790 - La máscara.

Sir Helder Amos | lunes, diciembre 08, 2014 |
Ese día estaba muy cansado, así que no sé si esta historia que les voy a contar es cierta o si solo fue una jugarreta sucia de mi imaginación; pero el otro día, cuando estaba en la sala de estar de una bruja, mientras esperaba a que le leyera las cartas a mi mejor amiga, entre todas las máscaras, imágenes de santos, bolas de cristal y atrapa-sueños que guindaban en las paredes, la que llamó mi atención fue una máscara hecha de piel marron, que tenía incrustaciones de pelo largo y negro, dos huecos redondos  donde debian ir los ojos, mejillas pronunciadas y una fina línea roja que representaba la boca sonriendo.

Al ver la máscara, yo me quedé anonado con ella y pasé toda la espera sin quitarle los ojos de encima, en el silencio de la sala de estar, donde solo se escuchaba el toc, toc, de la aguja del reloj cada vez que pasaba un segundo; por tanto, no sé imaginan cual fue mi sorpresa cuando, de pronto, la fina línea roja de la máscara se despegó en dos finas líneas y dijo con una voz fria y apagada  "Hola" pero justo en ese momento, antes de que puediera reaccionar a lo que acababa de ver y oir, mi mejor amiga salió enojada de la habitación donde la bruja le estaba leyendo la cartas y nos fuimos en seguida del lugar.

Luego, más tarde, cuando le conté lo que me había sucedido a mi amiga, ella me aseguró que no había visto ninguna máscara como la que yo le describí en la sala de estar de la bruja; pero también me dijo que no me preocupara ni me asustara por ello, porque quizás sólo era un truco barato de aquella bruja farsante y mentirosa.

Fin.

789 - El atajo por el cementerio.

Sir Helder Amos | domingo, diciembre 07, 2014 |
Siempre que regresaba del trabajo, tomaba el atajo por el cementerio; pero, está vez, como había trabajado hasta tarde y ya había anochecido, decidió tomar el camino largo y no meterse por el cementerio porque allí debían de salir muchos fantasmas y él les tenía miedo.

Cuando llegó a casa, él mismo parecía un fanstama por lo pálido y frio que había llegado trás haberse encontrado, por el camino largo, a los cientos de fantasmas quienes, aburridos de estar siempre en el cementerio, salian a dar a una vuelta por el camino y dejaban el cementerio solo para que la gente que tomara el atajo por allí no se asustara.

Fin.